Hospitales de la Ciudad: Entre la Excelencia y el Deterioro

Hace dos años que noté un incremento en mi prepaga. Con estas tarifas sostenidas en el tiempo, sumado al deterioro en la atención de mi prepaga, más que nada reflejado en los largos tiempos de espera para conseguir turnos, decidí aventurarme en un terreno desconocido. Opté por tener solo una obra social, abonando copagos, pensando que con eso me alcanzaría para mantener mi salud controlada.


Ante la falta de atención de mi obra social, tuve que acudir al Hospital Fernández en enero. Lo cierto es que me llevé una agradable sorpresa. La atención fue muy buena. El único problema que tuve fue un inesperado paseo en el ascensor: apreté planta baja y volví a subir al cuarto piso. Me dio cierto escalofrío claustrofóbico, pero fue solo un susto. La médica que me atendió fue muy amable, me revisó, pero me comentó que ese día no estaban disponibles las ecografías, otro punto para mejorar. Más allá de eso, la atención me pareció muy buena y un gran alivio ante tal desconcierto.


Unos meses atrás, fui testigo de cómo un señor de la calle muy querido, con una sonrisa igual a la de Papá Noel, lamentablemente fue rechazado por el Hospital Fernández. Debió ser atendido en el Argerich, donde le tuvieron que amputar una pierna por su diabetes avanzada. Ellos perdieron la oportunidad de atender a un gran paciente, que mucho les enseñó y agradeció a los médicos del Argerich. Al cual, a su vez, tuvimos que insistir para que lo atendieran mejor, una vez trasladado al nuevo nosocomio. No es fácil atender a alguien de la calle, pero ante Dios somos todos iguales.
No me malinterpreten, la dedicación de los médicos en los hospitales de la ciudad es, en líneas generales, impecable. Ellos se presentan contra viento y marea a trabajar, con sueldos bajos, muchas horas de trabajo y, en algunos casos, como verán en la próxima parte, en condiciones edilicias precarias.


Con el pasar del tiempo, y en vista de la dedicación que brindan los médicos de la ciudad, opté por seguir con mi control en este sistema, sabiendo, a su vez, que la ciudad le cobra a mi obra social la atención que me brindan.


La semana pasada me tocó un control cardiológico de rutina en el Pirovano. Para ello, me presenté en el CeSAC más cercano a casa, donde fui derivada por una médica clínica. El CeSAC, por cierto, me pareció impecable, tanto la atención como las condiciones de limpieza y orden edilicias. No encontré nada que envidiarle a un centro privado.


Llegó el viernes caluroso de la semana pasada. Me presenté en el Hospital Pirovano, un poco lejos de casa, pero eso no me importó. La atención del médico me pareció muy buena, detallada, con preguntas correctas. Al divulgar que soy periodista y que estaba contenta con la atención brindada, me hizo apreciar detalles que no noté al estar distraída con mi consulta: el moho, la humedad en los techos, la falta de división y privacidad en los consultorios.


Ningún profesional de la salud debe trabajar así. Con lo cual, divulgo en esta ocasión la única foto que pude captar en ese momento, ya que me distraje con mi consulta, para que puedan proceder con los arreglos pertinentes. No pude, en ese momento, filmarlo como corresponde. El problema es mucho mayor de lo retratado. Me parece fundamental que el sistema de salud siga brillando y siendo una prioridad nacional. Está claro que el de la ciudad brilla por demás, pero hay detalles tóxicos que no debemos pasar por alto, como estos. 








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