"Todo puede ser llevadero"


El psicólogo Giovanni Peña León tiene un increíble don, cuando dialogas con él te transmite una gran capacidad que pocas personas tienen, una aguda sensibilidad y perceptibilidad. Su cuerpo tiene rasgos de una grave enfermedad genética degenerativa llamada síndrome de marfan. Dice que estar enojado es más fácil que ser optimista y luchador. Prefiere enfrentar su problema antes que negarlo. No sólo lo dice sino que lo pone en práctica y transmite este sentimiento a sus pacientes en el Centro de rehabilitación, Belle Epoque en Villa Ballester. Nació en Bogotá hace 26 años y está radicado en Buenos Aires desde marzo en búsqueda de una mejor formación psicoanalítica.

¿Qué lo motivó a ser psicólogo?

Cuando estaba realizando mis estudios de secundario siempre tuve la inclinación por las humanidades. Veía que el campo de acción de algunas de estas carreras era muy limitado en el estudio. En cambio en la psicología se puede aplicar más en la práctica. Me interesaba el comportamiento humano. A la vez podía hacer una labor social y de ayuda al otro. Me permitió satisfacer esa vocación.

¿Qué le generó esa vocación?
Siempre he sentido la necesidad de ayudar, no en cuanto a darles cosas sino de ayudarlos a pensar por si misma. Entonces me pregunté como lograr eso. Como decía el refrán popular; “no des el pescado, enseña a pescar”, pero si no sé pescar como lo enseño. La psicología ha sido muy enriquecedora. Te da los instrumentos para ayudar a la gente, no a solucionar sus problemas, sino a brindarles herramientas que los ayuda a pensar por ellos mismos y a poder tomar la iniciativa.

¿Por qué decidió radicarse en la Argentina?
Siempre me interesó el psicoanálisis. En Colombia no es muy accesible, se manejan en ámbitos muy cerrados. Pensé que Buenos Aires sería un lugar propicio y que podía estudiar en la UBA. Estoy cursando un masters en psicología.

¿Cómo lo trata la Argentina?

Bien, ha sido una experiencia agradable. Uno no alcanza a imaginar como será la experiencia de vivir en otro país.

¿Qué preconcepto tenía?
Pensaba que iba a ser más competitivo, una vida más agitada y urbana. Me di cuenta que Buenos Aires es en si una ciudad más tranquila de lo que me imaginaba.

Cuénteme un poco de la historia de este centro terapéutico.
El centro Belle Epoque fue fundado por una alianza argentina-cubana que se disolvió. Al principio fue un lugar geriátrico. Actualmente las prácticas de institucionalización a las personas han cambiado. Los dueños pensaron que sería mejor convertirlo en un centro de rehabilitación. Esta conformado por un equipo de saludo, entre ellos, fonoaudiólogos, kinesiólogos, fisiatras, médicos, psiquiatras y psicólogos.

¿Cuáles son las patologías más comunes que se tratan aquí?
Se tratan pacientes con secuelas de accidentes cerebros vasculares, tumores, parkinson, Alzheimers, fractura de caderas y personas mayores que no tienen quien las cuiden.
¿Qué te transmiten tus pacientes?
Cada paciente es una historia, una vida y te toca en alguna fibra. Me movilizan mucho los niños. No tengo una meta definida con cada paciente debo apoyar esa rehabilitación. Trabajo para que modifiquen las conductas que interfieren en el proceso de recuperación.


¿En qué consiste su afección física?
Padezco el síndrome de marfan. Afecta el tejido articular, el colágeno, provoca desviaciones en la columna, problemas de vista, puede ocasionar fallas cardiacas y pulmonares. Es una enfermedad degenerativa genética de muy poca incidencia y no tiene cura. No existe un tratamiento que pueda frenar el avance. No ha complicado para nada mi desarrollo físico ni emocional. Ha sido un proceso de adaptación y crecimiento personal porque te impone ciertos limites. Pero te da una ventaja y es pensar como suplir esas deficiencias físicas.

¿Cómo cuales?
El interesarme por estudiar y aprender cosas nuevas. Me concentro más en la actividad intelectual.

¿Buenos Aires le parece una ciudad apta para discapacitados?
Por empezar, yo no me defino como discapacitado porque no tengo inconvenientes para movilizarme. Los pacientes que tienen que movilizarse en sillas de ruedas tienen muchas dificultades para trasladarse en autos, por las veredas que no tienen rampas y en los ascensores que son muy pequeños. La vida para esas personas es muy difícil.
¿Se sintió discriminado alguna vez?
Hay cierta censura de las personas en Colombia al presentarte en un trabajo o ingresar en un grupo. La gente busca determinado perfil para trabajar en una empresa. Tuve la sensación que dejaban de darme el empleo por mi condición física. Por suerte, no lo padecí en este país.

¿Cómo lo ayudó su familia?
Gracias al apoyo de familia pude seguir adelante en los momentos difíciles. Mis padres no me trataban con distinción. Mi mama incluso me alentaba a cumplir con mis metas. Tuve momentos límites y ellos siempre me acompañaron.

¿Qué le recomendarías a una familia que tiene un hijo con alguna afección?
En cada familia es distinto, no podría generalizar. Lo que me sirvió, tal vez no le resulte a otro. Es fundamental dar amor y no angustiarse. Nada es tan grave, a pesar de que involucra la salud y la vida. Todo puede ser llevadero.

¿Qué le dio ese optimismo?
Observar que la angustia, la desesperanza y los sentimientos de culpa no favorecen. Es más fácil estar enojado que ser optimista y luchador. Negar antes que enfrentar es un círculo vicioso que no conduce a nada. El optimismo y el amor son necesarios. Hay muchas cosas de la vida que te pueden hacer sentir bien.

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